miércoles, 17 de junio de 2015

EXTASIS Y ESTADOS ALTERADOS DE CONSCIENCIA. BASES NEUROLÓGICAS

“Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan (…….) Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada (…). Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento”. 
Libro de la Vida, Cap 29, 13. Teresa de Jesús
De esta forma describe Teresa de Cepeda una de las más impresionantes visiones alcanzada en estado de éxtasis. La convicción, el sacrificio, aislamiento y  oración, unido a una estructura cerebral epiléptica propiciaron que esta mujer alcanzara las experiencias místicas espirituales más importantes de la historia.
Desde la noche de los tiempos, han existido individuos que, de forma espontánea o provocada, logran alcanzar lo que hoy se define como ‘estados modificados de la conciencia, para así trascender lo mundano y penetrar en una dimensión espiritual. El éxtasis místico, no es algo localizado en un solo contexto, se da en todas las sociedades convirtiéndose un fenómeno transcultural.
La “epilepsia de Dostoievski’
En el caso de Teresa de Cepeda, se ha demostrado la similitud con los episodios experimentados por Fedor Dostoievski, por lo que sus casos se estudian paralelamente y se etiquetan clínicamente como ‘epilepsia de Dostoievski’
Fedor Dostoievski describió con tanta precisión sus auras epilépticas placenteras que las crisis extáticas de placer y felicidad se conocen también con el epónimo de "crisis de Dostoievski".
En su excelente libro “Teresa de Jesús, una ilustre epiléptica” el neurólogo García-Albea, examina la patografía presente en los escritos de la religiosa, enfatizando en la descripción de sus ‘arrobamientos’ o éxtasis. 
García-Albea describe una secuencia estereotipada de los éxtasis, en función de los rasgos que se repiten con mayor frecuencia. Así, quedarían caracterizados por su aparición súbita e inesperada, corta duración, presentación espaciada en períodos, contenido preponderantemente psíquico o sensorial, alteración de la atención y la conciencia, importante dificultad para el movimiento, así como por la emergencia de alucinaciones, destacando, en éstas, su complejidad (multisensoriales, nítidas y con autoconciencia de ellas), su carácter afectivo positivo (aunque con cierta dualidad entre placer-dolor, angustia-tranquilidad, miedo-placidez).
Con frecuencia se inician en el hemicampo visual izquierdo. Todo esto, junto con sus antecedentes y otras consideraciones, hace concluir el diagnóstico de Teresa de Cepeda como “crisis extáticas o de Dostoievski” con posible origen en el lóbulo temporal derecho, quizá secundarias a cisticercosis cerebral.
El caso es similar al del novelista ruso Fiodor Dostoievski, quien, a través de algunos de sus personajes literarios, expresaba sus propias vivencias epilépticas consideradas como episodios extáticos. La relevancia de este caso ha generado diversos estudios, entre los que destaca el realizado por el epileptólogo Gastaut, quien asegura que la etiqueta clínica de la ‘epilepsia de Dostoievski’, se caracteriza por la presencia de episodios paroxísticos y recurrentes, trastornos psíquicos, predominio de sentimientos positivos e intensos como bienestar, placer, plenitud, etc., sin referencias sexuales, desembocando, con frecuencia, en un ‘éxtasis’ o en alucinaciones.
El novelista a través de sus personajes, como el príncipe Mishkin en la obra “El idiota”, describe sus propias experiencias:
“Durante unos momentos antes del ataque, experimento una tal sensación de felicidad imposible de imaginar en un estado normal y del que otra gente no tiene idea. Me siento en total armonía conmigo y con el mundo entero, y esta sensación es tan fuerte y tan deliciosa que por unos segundos de tal bendición daría uno gustoso diez años de su propia vida, si no de la vida entera”.
Antes de los “ataques” experimentaba esta sensación:
“Hay momentos, y es sólo cuestión de cinco o seis segundos, en que sientes la presencia de la armonía eterna..., es terrible la aterradora claridad con que se manifiesta y el éxtasis que te inunda. Si este estado durara más de cinco segundos, el alma no podría soportarlo y tendría que desaparecer. Durante esos cinco segundos vivo una existencia humana completa, y por ellos daría toda mi vida, y no creo estar pagándolo demasiado caro...”
Se vuelve a repetir las mismas sensaciones : “la unión del yo con el todo”, “sensación de unidad con el universo que proporciona una inmensa felicidad”.
Bases neurológicas de la espiritualidad epiléptica
Son varios los hallazgos anatomofuncionales que dan razón a la específica experiencia espiritual vinculada a la epilepsia.
Las experiencias espirituales ictales representan un tipo de ataque extático, predominantemente ligado a crisis focales del lóbulo temporal. La caracterización de estos ataques puede incluir una intensa emoción derivada de la sensación de presencia de la divinidad, la vivencia de estar conectado con el infinito, una profunda emoción descrita como alegría, placer o satisfacción,  alucinaciones auditivas a modo de voces divinas, alucinaciones visuales sobre percepción de figuras religiosas, convicción de capacitación para el ejercicio de la clarividencia y la telepatía, así como una conducta estereotipada basada en la repetición de sentencias de carácter religioso
De entre el número de casos recogidos en los estudios, hasta el 86% fueron identificadas como crisis focalizadas del lóbulo temporal.
Los focos de las crisis fueron equitativamente distribuidos entre los hemisferios derecho e izquierdo en los casos con alucinaciones visuales consistentes en estar visualizándose como duplicado, siendo algo más preponderante el derecho durante los fenómenos de experiencia extracorporal.
Las experiencias espirituales más intensas ocurren, muy frecuentemente, durante la denominada psicosis postictal. En contraste con la fugacidad de la fenomenología ictal, que abarca segundos o minutos, los síntomas postictales suelen prolongarse en el tiempo, llegando a alcanzar desde varias horas hasta algunos días.
Las conversiones religiosas postictales aparecen bien documentadas en la bibliografía científica; se ha constatado la existencia de casos de pacientes con  ELT ( Epilépsia del Lóbulo Temporal) que sufrieron conversiones religiosas súbitas y quedó patente una clara relación temporal entre la conversión y el padecimiento de la primera crisis. En este caso, el dictamen clínico sugirió identificar la conversión religiosa como parte del estado postictal.
A diferencia del tipo de experiencia espiritual propia de los fenómenos ictal y postictal, definida por un marcado tono místico-emocional, el período interictal se caracterizaría por una exacerbación de la convicción religiosa (valores y principios) en el individuo.
Existiendo alteraciones corticales que justifican los fenómenos de carácter espiritual, ictales y postictales, se postula una disfunción en el sistema límbico como causa más directamente asociada al componente emocional de estas experiencias.
Otros místicos. Experiencias similares
Probablemente uno de los místicos más importantes de la historia fue “Ibn Arabi”, representante del misticismo musulmán sufí. El ansia de saber le condujo a una vida viajera, recorriendo primero su Al-Andalús natal y luego el Norte de África visitando a los diferentes grupos sufíes. La belleza de sus escritos, contemplaciones y visiones de dios, le han otorgado el título de propagador de la “religión del amor”; admitió la equivalencia de todas las creencias religiosas.
Ahora mi corazón es capaz
de adoptar todas las formas:
es un prado para las gacelas
y un claustro para los monjes cristianos,
templo para los ídolos
y la Kaaba para los peregrinos,
es recipiente para las tablas de la Torá
y los versos del Corán.
Porque mi religión es el amor.
Da igual,
a dónde vaya la caravana del amor,
su camino es la senda de mi fe.


Con toda probabilidad Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz bebieron de las fuentes de Ibn Arabí, cuyas obras llegaron a conocer en profundidad.
Existen asombrosas similitudes:
“Cuando el secreto se mostró en mi entraña se extinguió mi existencia mi estrella se ocultó;
por el misterio del Señor mudóse el corazón; del cuerpo todo rastro de sentido perdí, quedando ausente;
y vine desde Él, por Él y a Él, a bordo de la nave de mi resolución,
en cuyo mástil desplegué las velas de interna reflexión, en alta mar de mi saber velado;
y al soplo de los vientos de mi anhelo; como una flecha el mar atravesó
y el mar de la proximidad crucé, hasta que vi de modo manifiesto a Quien aquí no nombro.
Clamé entonces diciendo: ¡Ay Tú, a quien mi corazón contempla!
¡Haz que en las suertes saque una flecha que gane Vuestro amor!
¡Tú eres mi solaz y mi festejo, mi meta en la pasión y mi triunfo!
Ibn Arabi
En la cultura oriental se observan idénticos estados de iluminación o éxtasis místico; es interesante para ver esta similitud el siguiente relato de un maestro yogui, donde nos relata el trance conseguido con la meditación:
“Cuando inicié mi sadhana (ejercicio espiritual contemplativo) estaba sentado normalmente; entonces sentí que mi cuerpo adquiría proporciones gigantescas. Sentí un estremecimiento gozoso; miré a mi cuerpo, pero todo era normal. Así pues, tuve la impresión de que algo inusitado me había acontecido. Esa fue mi primera experiencia y me sentía fuertemente fascinado. Continué ejercitándome, pues resultaba bien fácil cierto modo de respirar de manera diferente. Tras algún tiempo, aparecieron unas luces y tuve la experiencia de un sonido audible para mí. Esto sucedió en un período de uno o dos meses. Tan interesado me hallaba en estas cosas tan inusitadas que me concentré mentalmente todavía más, y un día tuve la experiencia de oír un sonido intenso al mismo tiempo que veía una luz también intensa. Hablé de estas cosas con el maestro y me dijo: `Concentra la mente únicamente en el sonido. Cuando el sonido se produzca en tu interior procura únicamente oírlo'. La próxima vez que lo hice vi cómo el sonido se desvanecía y sentí que una especie de vibración emergía de mi interior y parecía apoderarse de mí y querer levantarme. ¡Me estaba levantando con fuerza! Sentí que iba a morir.
Chaitania santo bengalí del siglo XV, fue el fundador del del krisnaísmo bengalí; es el santo favorito de la secta Hare Krishna, que nos resulta relativamente familiar la vista de miembros de esa secta cantando y danzando por las calles de algunas ciudades occidentales
Estas procesiones musicales fueron iniciadas por Chaitanya, su nombre es sañkirtan; fue inicialmente algo privado, pero más tarde se lanzó a la calle, estremeciendo la ciudad donde Chaitanya vivía. Vemos la descripción de Un saiakirtan tal como la cuenta su biógrafo:
“Después de un intervalo musical, en el que los instrumentos han tocado pausadamente para ayudar al recogimiento y a la concentración mental de los cantores, comienza el canto de himnos. Chaitanya, fuera de sí por la devoción, se levanta y comienza a danzar. Muy pronto sus compañeros se unen a él electrizados por su ejemplo. Chaitanya danza sin parar, alzando los brazos con los ojos puestos en el cielo y exclamando de vez en cuando: `Hari bole', que significa `Aclama a Harí”. Con la duración del baile, el fervor alcanza grados altísimos de frenesí hasta romper en excesos de histeria. Los hombres gritan a voz en cuello hora tras hora, danzan en extático abandono hasta que todo acaba en un sopor de agotamiento. Chaitanya era un modelo de devoción. Cantaba con voz sonora, danzaba con entusiasmo hasta que el sudor manaba de todo su cuerpo y las venas parecían querer saltársele de la frente. Muchas veces el vértigo le derribaba inconsciente y permanecía así por largo tiempo. Otras veces se apoderaba de él algo parecido a un ataque de epilepsia: miembros rígidos, espuma manando de su boca. Al volver en sí, lo hacía con lágrimas y lamentos como quien es arrancado de una experiencia beatificante. En ocasiones, rompía el corro de llorosos y sudorientos devotos y se lanzaba a la carrera hasta caer rendido. También leemos que en el delirio de la excitación trepaba árboles y hacía cabriolas como un orate repitiendo incesantemente el nombre de Krishna.
Ramakrishna, místico hindú del siglo XIX, al que muchos consideran un “avatar” o reencarnación divina,  practicó “ejercicios espirituales” bajo la guía de maestros de las más diversas inspiraciones y orientaciones religiosas, incluidos el cristianismo y el islam. Muchas veces, el mismo biógrafo, para describir gráficamente el ardor con que se exhaltaba por los caminos de su carrera espiritual se ve constreñido a usar palabras como paroxismo, frenéticamente, locamente, arrebatos, espasmos, etc.

“Un día me encontraba deshecho por una angustia intolerable. Mi corazón parecía estrujado como una toalla húmeda. Me sentía descoyuntado por el dolor. Un terrible frenesí se apoderó de mí al pensar que quizás nunca me fuera otorgada la bendición de esa visión divina. Juzgué que en tal caso ya me bastaba con lo vivido. Una espada pendía en el templo de Káll. Mis ojos se pegaron a ella y una idea cruzó mi mente: `La espada... me ayudará a acabar con todo...'. Me abalancé sobre ella y la cogí como un loco. Y entonces... todo el escenario -puertas, ventanas, el templo mismo- se desvaneció de mi vista. Me pareció que nada existía ya. En substitución de todo ello, vi un océano de espíritu inmenso, cegador. Grandes olas luminosas se levantaban en todas direcciones. Se dejaban caer sobre mí con gran estrépito como si intentaran engullirme. En un momento las vi sobre mí. Rompieron contra mí y me engolfaron. Me sentí sofocar. Perdí el conocimiento y me desplomé. No sé cómo pasé aquel día y el siguiente. Un océano de gozo inefable daba vueltas en torno a mí. Y en la profundidad de mi ser experimentaba la presencia de la Madre Divina.
Podemos concluir que existen ciertas circunstancias y técnicas mediante las cuales es posible traspasar a esa “otra realidad” que se vislumbra a través de la experiencia mística. El aislamiento sensorial, la meditación, el ayuno prolongado, la fatiga extrema, la hipnosis profunda, las patologías cerebrales, las drogas psicodélicas como el LSD, etc. pueden conducirnos a un estado de iluminación; en todos los casos, el individuo se siente en unidad y armonía con el mundo, "Uno con Todo" y experimenta un conocimiento que va más allá de lo cotidiano; comprende el significado del universo.