Antes del 2000 a d C, el
sacrificio, incluido el humano, era considerado un medio de aplacar la
cólera de dios; posteriormente la humanidad evolucionó hasta ocupar un lugar de
mayor autoridad respecto a dios, por lo que el sacrifico humano ya no era
necesario. La desaparición de la “conciencia de sacrificio” indicaba que la “conciencia
humana” se había desarrollado lo suficiente como para que se le diera
un valor mayor a la vida y empezara a desarrollarse la “conciencia tribal”. Griegos,
romanos, egipcios y todas las culturas de la época, fomentaron la identidad tribal
y el sentido de pertenecer a un determinado territorio se impuso; los avances,
las ciencias naturales, la medicina, las leyes etc. fueron fruto de esa conciencia tribal.
Los temores y creencias
inherentes a la cultura tribal son tan antiguos que prácticamente están
programados en la conciencia humana y estrechamente relacionados con la
familia, el dinero, el poder, el sexo y la autoestima e incluso hoy día siguen
marcando los códigos de honor y deshonor. Del pensamiento grupal derivan de
tradiciones religiosas, étnicas, culturales, sociales, comerciales, políticas o
familiares y enseñan a los miembros de la tribu cómo ejercer control sobre el
grupo o cómo ceder el control a las figuras de autoridad del grupo.
Todas las tribus, inclusive las
organizaciones comerciales y sociales, se rigen por unas normas sobre por
ejemplo el vestir, el comportamiento o el respeto por la jerarquía y no están
obligadas a aceptar a nuevos miembros incondicionalmente. Si un miembro se
niega a adoptar una conducta adecuada, se convierte en un marginado y acaba marchándose en busca de otra tribu
en la que integrarse y compartir el poder.
El peligro de la lealtad tribal
reside en que ésta se debe siempre y en todo momento a la tribu; la lealtad
hacia uno mismo ocupa un lugar muy bajo en la lista de prioridades tribales.
Nuestras respectivas tribus nos
introducen en la vida “del mundo”;
nos enseñan que el mundo es seguro o peligroso, abundante o plagado de pobreza,
educado o ignorante, un lugar del cual coger o al cual dar. De igual forma nos
transmiten sus percepciones sobre la naturaleza de la realidad, algunas
sostienen valores universales como “está prohibido matar”, otras sin embargo
tienen por finalidad mantener las tribus separadas entre ellas.
Cuando compartimos creencias con
grupos de personas, participamos en los acontecimientos energéticos y físicos
creados por esos grupos.
Por ejemplo, cuando respaldamos a
un candidato a un cargo político y gana, pensamos que nuestro apoyo energético y físico
ha contribuido a ello; además, tenemos la sensación de que esa persona
representa nuestros intereses, lo cual es una manera de experimentar
físicamente el poder del otro.
Pertenecer a un grupo de personas
o un grupo familiar con el que nos sentimos a gusto espiritual, emocional y
físicamente produce una fuerte sensación de poder, esa unión nos capacita, y
aumenta energéticamente nuestro poder personal y nuestras fuerzas creativas siempre que hagamos elecciones que no se
opongan a las del grupo.
Dado el poder de estas creencias,
sean correctas o equivocadas, es difícil estar en desacuerdo con la propia
tribu, se nos enseña a hacer elecciones y tomar decisiones conformes a lo que
aprueba la tribu, a adoptar sus modales sociales, manera de vestirse y
actitudes.
Posiblemente el único poder que
realmente tenemos es el poder de la elección, las elecciones
que hacernos durante nuestra vida constituyen nuestras marcas características tanto en la dimensión física como energética, pero bajo la conciencia tribal,
nuestro poder de elegir está controlado por las percepciones del grupo. Vemos
lo que ve el grupo, creemos lo que cree el grupo, amamos lo que ama el grupo y
odiamos lo que odia el grupo. Aunque eso nos procura una sensación de
seguridad, inhibe el desarrollo de nuestra capacidad de pensar por nosotros
mismos.
En la conciencia tribal no existe
la responsabilidad personal de forma bien definida, de modo que es mucho más
fácil esquivar la responsabilidad en las consecuencias que tienen nuestras
decisiones personales en el ambiente tribal. Según el razonamiento tribal, es
aceptable justificar los prejuicios personales diciendo: “en mi familia todos piensan así”
Es dificilísimo salirse de la
zona de agrado que acompaña a esas justificaciones; sólo tenemos que pensar en
la cantidad de veces que oímos: “Todo el mundo lo hace, ¿por qué yo no?”
Este argumento es la forma más
rudimentaria de evadir la responsabilidad de todo tipo de actos inmorales,
desde la corrupción, la evasión de impuestos hasta quedarse con el cambio de
más que da el dependiente de una tienda.
Está claro que por más que
tratemos de convencernos de que hemos evolucionado más allá de la conciencia
tribal, esta sigue actuando poderosamente, bajo esta conciencia los individuos
dejan que la tribu tome decisiones importantes en su lugar.
La tribu distorsiona el concepto
de JUSTICIA, con conceptos como la ley del “ojo por ojo, diente por diente”, y trata de mantener el orden social
con ideas como: “es justo tratar de vengarse por actos dañinos contra la
tribu”; “es justo hacer todo lo que sea necesario para protegerse y proteger a
la propia familia”; “es justo ayudar a los familiares en actos venganza”; o “es
injusto ayudar a alguien que no pertenezca a la tribu y a quien la tribu considera una amenaza o un peligro”.
En nuestra vida, cuando llega el
momento en que debemos superar viejos conceptos y renunciar a lo que impide
nuestro desarrollo, con frecuencia creemos equivocadamente que tomar la decisión de “recoger nuestras cosas y marcharnos” es
una traición. Podemos trabajar durante años para una empresa, convencidos de
que ésta nos proporcionará una pensión de jubilación, y encontrarnos de pronto
de patitas en la calle debido a un recorte de personal. Podemos casarnos,
convencidos de que pasaremos el resto de nuestra vida con nuestro cónyuge, y
descubrir al cabo de veinte años que éste o ésta se han enamorado de otra
persona.
Desde el punto de vista tribal,
esos actos son traiciones. Mientras los consideremos traiciones, tardaremos
años en recuperarnos y habremos malgastado una gran cantidad de energía. Pero
si aprendemos a contemplarlos simbólicamente veremos que constituyen la señal
de que debemos desprendernos de las creencias pertenecientes a la mentalidad
tribal y evolucionar hacia otros estadios de conciencia.
La información, en el sentido de
transmisión de datos, no es sino otra palabra convencional que significa
energía; internet, el correo electrónico, el teléfono móvil, la televisión por
cable y por satélite contribuyen a la auténtica unificación de nuestra
comunidad global y contribuye a que la conciencia actual tienda a ser holista por
naturaleza, esto es, hace que la gente contemple la vida a través de la lente
de la unidad en lugar de la lente de la división.
Aunque en muchos casos la ley
tribal sea necesaria, está claro no refleja el razonamiento del universo.